Y seguía yo en mi vacía estación. Escuchando sonidos lejanos y ecos de conversaciones ajenas. Saboreando la calma que trae la costumbre y mi bien ganado anonimato. Disfrutando mi transparencia.
Y luego viene él. Rompe la calma, llena los silencios y mientras yo me voy acostumbrando veo como toda va cambiando. Empiezo a pensar que el tren no estaba tan vacío como a ratos parecía.
Mientras tanto la niña fantasma se esconde tras alguna sombra y me recuerda que no debo ponerme cómoda.
Le hago caso.
Veo el reloj que avanza y siento la cuenta regresiva.
Tic tac…
No, no me pondré cómoda porque luego pierdo la parada y el camino de regreso se hace más largo.
Tic tac…
Y sé que regresaré sola.
Tic tac…