De niña a veces todos quedábamos a oscuras, escuchando a lo lejos sonidos de fuegos artificiales que nunca me dejaban ver porque siempre nos obligaban meternos todos en el mismo cuarto y esperar a que la luz regrese. Me gustaba porque tenía una linterna sólo para mi y mi hermana otra para ella, jugábamos haciendo sombras en la pared y papá y mamá nos contaban historias de hace tiempo. Por las mañanas todo era normal otra vez.
- Buenas noches Srta.
Entra un hombre vestido con el mismo uniforme que el resto pero con la sonrisa característica que ya nadie más tenía.
- Buenas noches teniente, no sabía que Ud. era el último paciente.
- Si, solo necesitaba la última inyección y ya no me verá más.
- Espero que no, por lo menos no en este hospital – Dice ella mientras prepara la última dosis. - ¿Listo?
- Un momentito - Se acomoda y deja un paquete sobre la blanca camilla que termina por caerse, mostrando una lata de atún. – Es para que coman mi hijitos hoy a la noche. – Recogiendo todo apurado.
- ¿Y ellos como están?
- Bien, para ellos nada de lo que pasa es en serio, tienen suerte de ser niños. – Dijo mientras le colocaban la inyección como si no lo notara.
- Listo.
- Muchas gracias por todo, Srta. Hasta pronto.
- Hasta pronto. - Sentía algo de pena por no volver a ver al teniente, algo en su sonrisa siempre la reconfortaba y le hacía pensar menos en todo lo que pasaba afuera.
Ella estaba contenta por que faltaba poco para irse, sabía que esa noche sería larga, a lo lejos se podía escuchar el sonido de las balas. “Pero siempre llega un paciente en último momento”, pensó casi segura. Luego de un par de minutos escuchó el estruendo de las balas más claramente. Sabía que el enfrentamiento había sido muy cerca, en cualquier momento llegaría la ambulancia trayendo a los pacientes, y así fue.
La puerta de la sala de emergencia se abrió lentamente.
“Ningún vivo”, se dijo viendo a los cuerpos completamente cubiertos. Se acercó lamentando tener que revisar los cuerpos ensangrentados, odiaba el olor a pólvora y sangre que cada día le tocaba sentir.
Destapó lentamente el primer cuerpo.
“El olor, es diferente”.
Sólo le bastó con ver la agujereada lata de atún desparramada sobre el vientre de aquel hombre para saber de quién se trataba. En su rostro, la expresión de terror era tal que casi parecía una sonrisa.
Mogwai – We're No here
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