Y seguíamos corriendo, como sólo los niños corren. Creo que yo era la perseguida aunque a ratos parece que solo corríamos por correr, a estas alturas quién sabe, yo solo corría. Y luego la memoria se me nubla y me veo en el piso, con Sebas ayudando a pararme y yo que me aguantaba las ganas de llorar.
Lo recuerdo así, un día de sol, en pleno recreo, en un rincón del jardín de la pequeña escuela, con la rodilla muy raspada y aguantándome las ganas de llorar, así es que Sebas me dio el primer beso, o por lo menos así está en mi memoria, todo muy borrado por el tiempo.
Y luego la memoria salta al día siguiente. Yo en mi casa con una herida en la rodilla, viendo desde la ventana a Sebas y su mamá, que se quejaba de que cómo podía haber reaccionado dándole un puñete a su hijo mientras jugábamos. Si, a mis cortos seis años, al encontrarme con el primer beso, lo primero que atiné a hacer fue responder al pobre Sebas con un golpe. Fue la primera vez que vi a papá tan orgulloso de su pequeña Sinsentidito.
A veces me pregunto qué será de Sebas, y si recuerda el beso, o si el trauma del golpe le borró la memoria y sólo me recuerda como una niña abusiva. No sería la primera vez.
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